Cuando la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia instituyó a la Virgen María como Superiora General de la congregación, Sor Faustina vio en una visión a todas las hermanas cubiertas con su manto y oyó las palabras de una gran promesa: Cada una que persevere fielmente hasta la muerte en mi Congregación, evitará el fuego del purgatorio y deseo que cada una se distinga por estas virtudes: humildad y silencio, pureza y amor a Dios y al prójimo, compasión y misericordia. Después de estas palabras desapareció toda la Congregación, me quedé sola con la Santísima Virgen que me instruyó sobre la voluntad de Dios, cómo aplicarla en la vida sometiéndome totalmente a Sus santísimos designios. Es imposible agradar a Dios sin cumplir su santa voluntad. Hija mía, te recomiendo encarecidamente que cumplas con fidelidad todos los deseos de Dios, porque esto es lo más agradable a Sus santos ojos. Deseo ardientemente que te destaques en esto, es decir en la fidelidad en cumplir la voluntad de Dios. Esta voluntad de Dios, anteponla a todos los sacrificios y holocaustos (Diario 1244).