El 5 de octubre es el 86 aniversario del nacimiento para el cielo de la Apóstol de la Divina Misericordia. Así recordaba este día la difunta hna. Eufemia Traczyńska: El 5 de octubre, a la hora de cenar, sonó la campana. Sabíamos que Sor Faustina se estaba muriendo. Lo dejamos todo y fuimos todas a verla. En la enfermería ya estaba el capellán y unas pocas hermanas. Rezamos juntos, con el padre. Rezamos mucho tiempo: las oraciones por los agonizantes, las letanías y otras oraciones. Rezábamos tanto tiempo que incluso el oficio de la tarde se celebró un poco más tarde. En algún momento, Sor Faustina dio una señal por lo que la Madre Superiora se inclinó hacia ella y, entonces ella dijo que todavía no iba a morir y cuando lo hiciera, ya daría una señal. Las hermanas se dispersaron, fueron directamente a la capilla porque era tarde y ya no terminaron la cena (…). Al regresar a mi celda, pasé por la capilla y recé a las almas del purgatorio para que me despertaran cuando Sor Faustina fuera a morir porque yo quería mucho estar junto a ella a la hora de su muerte. Me daba cosa pedírselo directamente a la Madre Superiora, porque a nosotras, las jóvenes profesas, no se nos permitía ir allí para no contagiarnos con la tuberculosis. A Sor Amelia se lo permitieron porque ya estaba enferma de tuberculosis. Me fui a la cama a la hora habitual e inmediatamente me quedé dormida. De repente alguien me despertó diciendo: Si usted, hermana, quiere de veras estar junto a Sor Faustina, debe levantarse ahora. Inmediatamente me di cuenta de que esto era una equivocación. La hermana que iba a despertar a Sor Amelia se confundió de celda y vino a mi celda. Enseguida desperté a Sor Amelia, me vestí con una bata y una cofia y me fui corriendo a la enfermería. Al cabo de un rato, llegó Sor Amelia. Eran sobre las once de la noche. Cuando llegamos allí, parecía como si Sor Faustina abriera un poco los ojos y se sonriera, luego inclinó la cabeza y ya… Sor Amelia dijo que probablemente ya había expirado. Miré a Sor Amelia pero no dije nada, seguimos rezando. El cirio estaba encendido constantemente.
Era el día que sor Faustina esperaba, porque quería estar plenamente unida con Jesús para vivir siempre en la casa del Padre, en la patria celestial- como decía ella. Ella prometió: “¡No te olvidaré, pobre tierra!, aunque siento que me sumergiré inmediatamente toda en Dios, como en un océano de felicidad, eso no me impedirá volver a la tierra y dar ánimo a las almas e invitarlas a confiar en la Divina Misericordia. Al contrario, esa inmersión en Dios me dará unas posibilidades ilimitadas de obrar.” (Diario 1582). Ella cumple fielmente su palabra, pidiendo muchas gracias y bendiciones para todos los que confiadamente acuden a ella en busca de ayuda. Después de todo, Jesús le dijo: «Haz lo que quieras, distribuye gracias como quieras, a quien quieras y cuando quieras.” (Diario 31).