Así escribió santa Faustina sobre el misterio de la encarnación y nacimiento del Hijo de Dios. Franciszek Karpiński, autor del famoso villancico polaco, lo hizo de una forma muy poética:
Dios nace, el poder se somete,
el Señor de los Cielos – desnudo;
el fuego se cristaliza, la luz se oscurece,
tiene fines el Infinito.
Despreciado, glorioso;
mortal, ¡Rey de los siglos!
Y la palabra se hizo carne,
y habitó entre nosotros.
Dios infinito y eterno aceptó el cuerpo humano y se hizo hombre. Ninguna religión tiene a tal dios que es el Creador y el Señor de todo lo que existe, que es infinito, único, santo, transcendente, omnipotente y omnisciente, inconcebible por ninguna mente humana ni angélica y al mismo tan cercano al hombre en su Hijo en el cuerpo humano. La contemplación de la misericordia Divina en este misterio fascina y trae una alegría inenarrable porque Dios habita entre nosotros, el Verbo de Dios, la Misericordia Encarnada (“Diario” 1745).