El domingo de la Divina Misericordia conocida como la fiesta de la Divina Misericordia cierra la octava de la Resurrección del Señor, la fiesta más importante en la Iglesia Católica. Jesús insistió en las revelaciones de santa Sor Faustina en que se estableciera dicha fiesta, diciendo varias veces que deseaba que el primer domingo después de la Pascua fuera la Fiesta de la Misericordia. Deseo, dijo Jesús, que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi misericordia. El alma que confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día estan abiertas todas las compuertas divinas a través de los cuales fluyen las gracias. Qué ningún alma teme acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata (Diario 699). Este día tenemos la oportunidad de no solo recibir la gracia del perdón de todas las penas (una de las gracias del Bautismo), sino también pedir otros favores y bienes terrenales, si estos se muestran acorde con la voluntad de Dios. Las únicas condiciones son: pureza del corazón, libre de todo apego al pecado y una actitud de confianza hacia Dios, es decir la intención de cumplir su voluntad y practicar el amor hacia el prójimo. El único recipiente para recibir gracias es la confianza, según enseñó Jesús a santa Faustina, porque la Divina Misericordia no tiene límites y la alegría de Dios es dar mucho. Este es el Amor Misericordioso al que conocemos mejor y adoramos celebrando su Fiesta. Leer más sobre la Fiesta de la Misericordia y su historia en la Iglesia.