Tras un año de servicio doméstico en Aleksandrów, Helena Kowalska volvió a Głogowiec para pedirles a sus padres permiso para ingresar en un convento y hacerse religiosa. Los Kowalski, aduciendo la falta de dinero para la dote, no le dieron permiso. Y aunque Helena les explicaba que no haría falta dinero porque Jesús mismo se ocuparía de ello, su padre mantuvo la decisión. No quiso ni siquiera escuchar al párroco, el cual le aconsejaba que vendiera una vaca y dejara a la chica irse al convento, puesto que Dios realmente la llamaba. Helena no quería ingresar en la Congregación sin el previo permiso de sus padres, así que volvió al servicio doméstico, esta vez en Łódź.
1. El servicio doméstico en Łódź
Łódź era por aquel entonces un importante centro de industria textil que se desarrollaba de forma muy dinámica. A principios del siglo XX contaba con más de 500.000 habitantes: polacos, alemanes, judíos y rusos. Funcionaban allí grandes manufacturas y fábricas, los bancos prosperaban bien, se edificaban los magníficos palacios de los industriales, parques y jardines. Con aquel enorme desarrollo, a la ciudad llegaba mucha gente en busca de trabajo, para ganarse la vida y buscando un techo donde alojarse.
En el año 1922 llegó a Łódź también Helena Kowalska, para ganarse la vida y ayudar a sus padres, sirviendo en alguna casa. Al principio se quedó en casa de su tío Michał Rapacki, en la calle Krośnieńska 9, y trabajaba para tres terciarias franciscanas. Al coger ese trabajo se impuso a sí misma tres condiciones bastante inusuales para una chica joven, a saber: tener tiempo para la santa misa de cada día, hacer regularmente visitas a los enfermos y agonizantes, y acudir al sacerdote que cuidaba de la tercera orden franciscana para recurrir a la confesión y asegurarse un acompañamiento espiritual.
El 2 de febrero de 1923, al ver una oferta de la agencia de empleo que le interesó, Helena se presentó en el piso de la dueña de la tienda de comestibles, en la calle Abramowskiego 29, Marcjanna Sadowska, que buscaba ayuda para cuidar de sus tres hijos. Cuando vio en la puerta a una chica tan elegante pensó que ésta no serviría como sirviente y para no darle opción al trabajo, rebajó considerablemente el sueldo. Pero Helena no se inmutó y aceptó las condiciones que le propuso la nueva matrona y se quedó.
Marcjanna Sadowska recordaba que Helena fue muy querida por sus hijos porque les contaba cuentos y llevaba la casa muy bien. Cuando salía – escribió en sus memorias – estaba tranquila, pues ella en casa lo hacía mejor que yo. Simpática, educada, trabajadora. No puedo decir nada en su contra, porque era demasiado buena. Tan buena que me quedo sin palabras.
Helena no sólo llevaba la casa de la señora Sadowska y cuidaba de sus niños, sino que cuidaba también de los necesitados, que en aquella época eran muchos. En el mismo edificio, en una celda debajo de la escalera, vivía un hombre solo y enfermo. Helena se encargaba no sólo de darle algo de comer y servirle cuando era necesario, sino que también se ocupó de su salvación. Un día le trajo a un sacerdote para que se confesara y pudiera comulgar. Ese hombre murió poco después, pero reconciliado con Dios y preparado para reunirse con Él en la otra vida.
Un día en la casa de la calle Abramowskiego visitó a Helena la mayor de sus hermanas, Josefa. La señora Sadowska mandó que la recibiera muy bien, que trajera de la tienda todo lo necesario. Pero Helena trajo tan sólo panecillos. La sorprendida dueña de la casa le preguntó por qué recibía a su hermana de una forma tan modesta, a lo que Helena le respondió que estaban en tiempo de Cuaresma y que la familia estaba acostumbrada a guardar estrictos ayunos en ese período.
Estos episodios y las opiniones de los empleadores demuestran la gran sensibilidad de Helena ante las necesidades de los demás, su fiabilidad a la hora de ejercer las obligaciones, su actitud benevolente hacia los demás, su alegría, su vida de piedad, que no imponía a nadie, pero de la que tampoco se avergonzaba. Su fe era consistente con la vida que llevaba, tal como creía, así era su vida.
2. En el parque “Venecia”
Había ya tres hermanas Kowalski sirviendo en Łódź, cada una en una casa diferente. Helena y Gienia servían en casas ubicadas una enfrente de la otra, en la calle Ambramowskiego, y Natalia, en la calle Nawrot. Normalmente se encontraban los domingos después de la Misa dominical en la catedral de Łódź, para hablar un poco, pues durante la semana no tenían tiempo. La catedral de Łódź, que anteriormente era una iglesia dedicada a San Estanislao Kostka, era el cuarto santuario de este tipo en Łódź, por lo magnífico y representativo de sus características, templo construido a principios del siglo XX, que en el año 1920, junto con la creación de la diócesis de Łódź por el Papa Benedicto XV, fue elevada al rango de catedral. Aquí, durante su estancia en Łódź, solía venir Helena Kowalska para oír la Santa Misa o para ir a la adoración. El hecho más importante de esta época de la vida de Helena Kowalska tuvo lugar en el parque “Venecia” (hoy en día se conoce como el parque de J. Słowacki), fundado a finales del siglo XIX por el propietario de un molino, un tal señor Reich. El parque abarcaba un terreno en el que había estanques unidos por canales que eran abastecidos de agua desde el cercano río Jasień. Por ello el parque se llamaba “Venecia”. Por aquel entonces era un lugar recreativo y de ocio, organizado para los habitantes de Łódź y sus alrededores. Hasta el mediodía jugaban ahí los niños, por la tarde en cambio, en un escenario en forma de concha acústica, tocaban diversas orquestas; en el teatro estival se hacían espectáculos al aire libre, mientras que por la noche pasaban el tiempo los adultos, acompañados por música de baile y otras atracciones (entre otras, saltos desde un alto trampolín al agua a través del fuego).
A este tipo de “baile”, con las entradas pagadas, fueron las tres hermanas Kowalski, su amiga Lucyna Strzelecka (después hermana Julita en la Congregación Szare Urszulanki (Congregatio Sororum Ursulinarum a Sacro Corde Iesu Agonizantis) y Jesucristo mismo. Helena – como recordaba su hermana Natalia – llevaba un vestido rosa, “cretona” con volantes en un lado. El pelo recogido hacia atrás en una gorda trenza, una trenza que parecía un brazo. Era una chica bien proporcionada y alegre, y podía gustar. Por otro lado tenemos el relato de este episodio escrito por Sor Faustina en su Diario: En el momento en que empecé a bailar, de repente, vi a Jesús junto a mí. A Jesús martirizado, despojado de Sus vestiduras, cubierto de heridas, diciéndome esas palabras: ¿Hasta cuándo Me harás sufrir, hasta cuándo Me engañaras? En aquel momento dejaron de sonar los alegres tonos de la música, desapareció de mis ojos la compañía en que me encontraba, nos quedamos Jesús y yo. Excusándose y con dolor de cabeza, se fue rápidamente del baile a la iglesia más cercana, que era la catedral de San Estanislao Kostka. Allí, sin tener en cuenta la presencia de la gente, cayó ante el Santísimo Sacramento y le pidió al Señor que le dijera qué debía hacer. Ve inmediatamente a Varsovia, allí entrarás en un convento – oyó como respuesta. Este hecho fue decisivo para su partida de Łódź.
Hoy en día Helena Kowalska, santa Faustina, es patrona de la ciudad de Łódź. Esta fue la solicitud que presentó a la Santa Sede el Consejo Municipal de la ciudad, petición que fue aprobada en el año 2005 por el Papa Benedicto XVI, mediante el correspondiente decreto. Tanto en la ciudad de Łódź como en la diócesis, es decir, la Iglesia local, se han emprendido varias iniciativas dirigidas no sólo a la conmemoración de los lugares de estancia de su Patrona, sino también a la popularización de su vida y misión.
Hna. M. Elżbieta Siepak ISMM
Traducción al español – Xavier Bordas Cornet