La historia de la Iglesia conoce muchos modelos de la caridad cristiana, es decir, de la misericordia. En nuestros tiempos, ha aparecido uno nuevo, con el cual santa Sor Faustina y el Papa Juan Pablo II han contribuido a la vida de la Iglesia. Los teólogos lo definen como el modelo personalista, porque la atención se centra principalmente en la dignidad humana, y no en las necesidades de la persona o en el mismo acto de misericordia, como es en el caso de otros modelos anteriores. El Papa Juan Pablo II lo ha expresando con lenguaje teológico en diversas ocasiones, entre otras. En la encíclica «Dives in misericordia»; santa Sor Faustina, en cambio, lo ha hecho de una manera descriptiva, con el lenguaje de la mística, y en la práctica lo dejo escrito en su libro titulado «Diario». En el contenido de esta obra se puede leer no sólo cuál era su comprensión de la misericordia, sino también podemos observar cuál fue, en su vida, el proceso por el que se iba formando en las actitudes y las formas de practicar el amor activo al prójimo.
En la práctica de la caridad cristiana es fundamental la comprensión que uno tiene del concepto de la misericordia, pues de éste dependerá la calidad del bien que ejerzamos al prójimo. En nuestros días, hay muchas ideas falsas sobre lo que es la misericordia, puesto que con frecuencia ésta se identifica con la condescendencia, la compasión y con el hecho de pasar por alto la justicia; por todo ello, merece la pena subrayar el concepto de misericordia, adecuado y profundizado, que tenía santa Sor Faustina. Para ella, la misericordia humana estaba estrechamente relacionada con la misericordia de Dios, puesto que ésta última es su fuente, modelo y motivo. Una misericordia así entendida, se supone que cumple con los requisitos de la justicia, que es la medida básica del amor, y que da, como fruto, un acto concreto. «La misericordia es la flor del amor» (Diario 651), o un acto de caridad (cf. Diario 651.) – escribió Sor Faustina.
En la vida y en los escritos de santa Faustina, vemos que el ejercicio de la misericordia debe tomar en consideración, ante todo, la dignidad de la persona necesitada y, en segundo lugar, sus necesidades corporales y espirituales. La dignidad humana que cada persona ha recibido de Dios por el mero hecho de la Creación y de la Redención, constituye un valor común tanto de la persona necesitada como de la persona que ejerce el bien. El hecho de percibir en cada persona necesitada la dignidad otorgada por Dios y puesta en relieve por Cristo, es relevante en el modelo de la misericordia que presenta Sor Faustina y es el elemento que distingue su escuela personalística de la misericordia, de todos los otros modelos que han aparecido en la historia de la Iglesia.
La misericordia, cuya fuente, modelo y motivo está en la misericordia de Dios y que se centrada en la dignidad de la persona, constituía para santa Faustina todo un estilo de vida. Se trataba pues, no sólo de actos esporádicos u ocasionales de misericordia en favor de los necesitados, sino de una actitud cristiana para con el prójimo en todas las dimensiones de su vida. Esta actitud está completamente orientada por el amor misericordioso. “Deseo transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti, oh Señor. Que este más grande atributo de Dios, es decir su insondable misericordia, pase a través de mi corazón al prójimo” (Diario 163).