LA CORONILLA A LA DIVINA MISERICORDIA
(para rezarla con las cuentas del rosario)
Al comienzo:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, La Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
Al comienzo de cada decena (1 vez):
Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero.
En cada cuenta de la decena (10 veces):
Por Su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Al terminar (3 veces):
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero.
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Imprimatur:
Franciszek cardenal Macharski
Cracovia, 1 de Agosto de 1994
Origen y rezo correcto a la Coronilla
Esta oración es un don especial de Dios para nuestros tiempos. Fue Jesús mismo quien se la dictó a Sor Faustina en Vilna, entre los días 13 y 14 de septiembre de 1935. El viernes 13 de septiembre, Sor Faustina se encontraba en su celda cuando tuvo la visión de un ángel que venía a la tierra para castigar al mundo por sus pecados. Cuando ella vio este signo de la ira divina, empezó a pedirle al ángel que se abstuviera por algún tiempo de llevar a cabo sus propósitos, asegurándole que el mundo haría penitencia. Sin embargo, cuando ella se halló ante la majestad de la Santísima Trinidad, no se atrevió ya a repetir esta súplica. No fue hasta que sintió el poder de la gracia de Jesús en su alma, que comenzó a rezar con las palabras de una oración que iba oyendo interiormente. Así lo dejó escrito en su Diario: Cuando así rezaba, vi la impotencia del ángel que no podía cumplir el justo castigo que correspondía por los pecados (Diario 475).
Al día siguiente, al llegar a la capilla, el Señor Jesús nuevamente le enseñó a recitar esta oración, que hoy llamamos la Coronilla a la Divina Misericordia: Esta oración es para aplacar Mi ira, la rezarás durante nueve días con un rosario común, del modo siguiente: primero rezarás una vez el Padre nuestro y el Ave María y el Credo, después, en las cuentas correspondientes al Padre nuestro, dirás las siguientes palabras: Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero; en las cuentas del Ave María, dirás las siguientes palabras: Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Para terminar, dirás tres veces estas palabras: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero (Diario 476).
Esta forma de oración está destinada a ser rezada tanto en comunidad como para un rezo individual. Cualquier persona que cambiara el texto de la Coronilla, oración en la que se usa el plural, recitándola en singular, es decir, diciendo «mis pecados» en lugar de «nuestros pecados» o «ten piedad de mi» en lugar de «ten misericordia de nosotros», lo haría en contra de la voluntad de Cristo – escribía el Padre Prof. Ignacio Różycki – y entonces aquel rezo ya no sería la Coronilla a la Divina Misericordia. Esto es así porque en esta oración, cuando decimos «nosotros» nos referimos tanto a la persona que la reza como a todos aquellos por quienes oramos; mientras que al decir el «mundo entero», queremos abarcar a todos, a vivos y a muertos. De esta manera, al recitar la Coronilla a la Divina Misericordia, Jesús nos pide que imploremos la misericordia «para nosotros», no para «mi», y así nos enseña a combatir el egoísmo en la oración y de ese modo hace de la oración de la Divina Misericordia un acto de amor sacrificial. En el contenido de la Coronilla a la Divina Misericordia, no sólo no se puede cambiar el plural por el singular, sino que tampoco se puede añadir o quitar nada, sea mediante la adición de palabras o modificando su significado.
No obstante, en la práctica diaria, a la hora de divulgar y rezar esta oración, aparecen a veces ciertas irregularidades. A menudo se añaden distintas palabras o frases, por ejemplo, ten piedad de nosotros, del Santo Padre, para… tal o cual intención y para el mundo entero. O bien, por su dolorosa pasión, y por los siete dolores de Nuestra Señora, ten piedad… o también: Gloria al Padre y al Hijo, justo después del Credo. A veces, suele ocurrir que de las palabras que dictó Jesús se omiten ciertas palabras, como la parte final cuando hay que decir las palabras: … y del mundo entero, dejando sólo la mera súplica. Por lo tanto, cualquier cambio, «adiciones» u omisión de palabras que forman parte del contenido mismo a la Coronilla a la Divina Misericordia, hacen que cambie el significado y en definitiva lo que haríamos es rezar otra oración, no la que dictó el Señor Jesús. Tampoco se debe recitar como si se tratara de la oración del Rosario, añadiendo meditaciones entre las decenas, o bien intenciones, o cualquier otro tipo de palabras. Todo eso, las intenciones o meditaciones para la reflexión durante la Coronilla, deben darse al principio, para que el rezo de la Coronilla se haga íntegramente tal y como Jesús la trasmitió. En la fórmula a la Coronilla a la Divina Misericordia sólo se permite cambiar las palabras świata całego (del mundo entero) por całego świata (de todo el mundo), porque no representan un cambio significativo, y así es más propio de la sintaxis de la lengua polaca. Esta modificación del texto tiene el imprimátur de la Iglesia.
Significado teológico
La Coronilla a la Divina Misericordia tiene un contenido muy rico, así que merece la pena detenerse a considerar el significado de las palabras y de las frases. La oración, en su totalidad, está dirigida a Dios Padre, a quien ofrecemos a su amado Hijo en propiciación por nuestros pecados y por los del mundo entero, y suplicamos por los méritos de su dolorosa Pasión, rogando para que nos conceda la misericordia a nosotros y al mundo entero. Al rezar esta oración, participamos del sacerdocio común de Cristo, ofreciendo a Dios el Padre, a su amado Hijo en propiciación por nuestros pecados y los del mundo entero.
Sobre la importancia de los contenidos de la Coronilla, hubo un tiempo en el que se debatía una disputa teológica alrededor de esta cuestión y que se refería a la corrección de dicha oración, y por lo tanto, a su origen sobrenatural. El padre Wincenty Granat, ex rector de la Universidad Católica de Lublin, consideraba que la Coronilla a la Divina Misericordia contenía errores teológicos, y que por lo tanto no podía proceder de Dios. En un simposio totalmente dedicado al tema de la misericordia de Dios, dio una conferencia en la que escribió: En dicha oración hay importantes errores teológicos: en primer lugar, la Divinidad del Hijo es lo mismo que la Divinidad del Padre, y por lo tanto no puede ser ofrecida al Padre Eterno; en segundo lugar, no se puede ofrecer la divinidad en sacrificio, y en tercer lugar esto no se puede hacer en propiciación por los pecados, ya que la Divinidad, y más concretamente hablando, Dios mismo es quien perdona los pecados, pero no se trata de una víctima propiciatoria. El Salvador, en su naturaleza humana, es propiciación por nuestros pecados.
El Padre Prof. Ignacio Różycki, esclareció estas dudas, al explicar el sentido de la fórmula: dijo que las palabras el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad (…) de nuestro Señor Jesucristo hay que tomarlas en su totalidad; la palabra Divinidad no se puede sacar del contexto. Sólo teniendo en cuenta el contexto – explica el Padre Różycki – (…) se puede encontrar la clave [para una correcta interpretación de las palabras], tal y como lo exige la regla básica de cualquier criticismo. De no hacerlo así, nos opondríamos a algo tan serio como son los principios de la interpretación científica; esto conllevaría a falsificar brutalmente el sentido que el mismo Salvador le dio a la fórmula de la oración, con lo que se llegaría a un absurdo teológico; esto es lo que ocurriría si, al no tener en cuenta el contexto, se entendiera la palabra «Divinidad» como la «naturaleza divina», pues es obvio que la naturaleza divina de Jesucristo es idéntica a la naturaleza del Padre, y por eso no puede ser ofrecida a Dios Padre.
La fórmula del contenido a la Coronilla a la Divina Misericordia, que era objeto de aquel debate, no había aparecido por primera vez en dicha oración, sino que ya desde hacía tiempo estaba presente en la Iglesia, en el contexto de la Eucaristía, y en un ámbito cristológico. El contexto eucarístico más relevante y más solemne – señala el P. Różycki – es la definición dogmática de la presencia eucarística de Jesús en su totalidad, tal como fue propuesto por el Concilio de Trento, donde la definición de «Divinidad» no se refiere a la naturaleza divina que es común a las tres Personas de la Santísima Trinidad. Se refiere directamente a la Persona Divina de Jesús. Esta misma fórmula apareció en un contexto eucarístico en la oración que el ángel dictó a los niños videntes de Fátima en 1916. Así, al rezar la Coronilla a la Divina Misericordia, ofrecemos al Padre no sólo la Divinidad de Jesús sino toda su Persona, es decir, tanto su personalidad Divina como su humanidad, que consta de un cuerpo de carne, de sangre y de alma.
Pero entonces cabe preguntarse: ¿puede ofrecerse a Dios toda la Persona del Hijo de Dios Encarnado? Ante esta cuestión, el Padre I. Różycki también responde positivamente, refiriéndose a la Epístola de san Pablo a los Efesios, en la que dice que Cristo, cumpliendo su misión, primero nos amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma (Ef 5, 2). A partir de este texto de san Pablo – escribe el Padre Różycki – se desprende que el objeto y la finalidad del sacrificio ofrecido por Cristo a Dios Padre era Él mismo en su totalidad, es decir, toda su humanidad y su Persona Divina. Por lo tanto, cuando rezamos la Coronilla, nos unimos al sacrificio de Cristo en la cruz, en el que Él se ofreció para nuestra salvación. Al recitar las palabras Tu Amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, lo hacemos en virtud del amor que Dios Padre tiene por su Hijo, y en Él, por todos los hombres. Así pues, recurrimos – dice el Padre Różycki – al motivo más fuerte para ser escuchado por Dios.
En la Coronilla, pedimos la misericordia para nosotros y para el mundo entero. El pronombre nosotros se refiere a la persona que está rezando esta oración y a las personas por las que ésta desea y debe rezar. En cambio al decir para el mundo entero nos referimos a todas las personas que viven en el mundo y a las almas que sufren en el purgatorio. Así, cuando rezamos con fidelidad la Coronilla a la Divina Misericordia, al mismo tiempo estamos llevando a cabo un acto de misericordia para con el prójimo, que es la condición para poder recibir la misericordia de Dios.
Promesas
Jesús asoció grandes promesas a esta oración, siempre y cuando se viva la devoción correctamente, es decir, en un espíritu de confianza hacia Dios y de misericordia hacia el prójimo. Esta confianza debería expresarse por la perseverancia en la oración; cuanto más confianza haya en la oración, tanto más perseverancia habrá en el rezo de la Coronilla. Jesús dijo a Sor Faustina que a través de la Coronilla se podrá recibir todo lo que se pida, pero nunca afirmó que la respuesta sería inmediata, justo después de haberla rezado una sola vez, a excepción de la gracia de una buena muerte. En su «Diario», Sor Faustina describe situaciones en las que sus peticiones fueron oídas después de haber rezado la Coronilla una sola vez; por ejemplo, después de una gran tormenta (Diario 1731), u otra vez, cuando rezaba la Coronilla sin cesar para suplicar la lluvia (Diario 1128). En otras ocasiones, cuando rezaba acompañando a personas agonizantes en el momento de su muerte, bastaba rezar la Coronilla una sola vez para que fuera concedida la gracia de una muerte feliz y serena; en cambio, en otra ocasión parecida, hubo que rezarla varias veces, porque en aquella ocasión el alma en cuestión necesitaba de una gran ayuda mediante la oración (Diario 1035).
Jesús asoció al rezo confiado de la Coronilla a la Divina Misericordia la promesa de conseguir cualquier gracia, cuando dijo: A quienes recen esta coronilla, Me complazco en darles lo que Me pidan (Diario 1541), y agregó: si (…) no se pide algo que pueda oponerse a Mi voluntad (Diario 1731). La voluntad de Dios es una expresión de su amor hacia el hombre, y por lo tanto todo lo que pueda ser contrario a su voluntad, significa que es algo malo o perjudicial para el hombre, y por eso el Padre Celestial no puede concederlo, puesto que Él sólo desea el bien para el hombre en la perspectiva de la eternidad. En esta promesa general, no sólo se trata de las gracias sobrenaturales, sino también de los bienes o beneficios temporales.
Hay también unas promesas particulares referentes a la hora de la muerte, o más precisamente hablando, a la gracia de poder morir en estado de gracia, sin miedo ni terror alguno. Estas gracias no sólo están reservadas para las personas que al morir recen la Coronilla a la Divina Misericordia, sino también a aquellas por las que se rece la Coronilla en la hora de su agonía. Defenderé como Mi gloria a cada alma que rece esta coronilla en la hora de la muerte, o cuando los demás la recen junto al agonizante, quienes obtendrán el mismo perdón. Cuando cerca del agonizante es rezada esta coronilla, se aplaca la ira divina y la insondable misericordia envuelve al alma y se conmueven las entrañas de Mi misericordia por la dolorosa Pasión de Mi Hijo (Diario 811). La gracia de una buena muerte, es decir, de la conversión y el perdón de los pecados, Jesús la prometió, incluso con sólo rezar una sola vez la Coronilla en el espíritu de la devoción a la Divina Misericordia, o sea, en un espíritu de confianza hacia Dios (con fe, esperanza, caridad y humildad, así como con un profundo arrepentimiento por los pecados cometidos) y con una disposición para ejercer la misericordia al prójimo. Hasta el pecador mas empedernido, si reza esta coronilla una sola vez, recibirá la gracia de Mi misericordia infinita (Diario 687).
La magnitud de las gracias asociadas a esta oración fue expresada por las palabras de Jesús a Sor Faustina: por el rezo de esta coronilla acercas a Mí la humanidad (Diario 929). Los sacerdotes deben recomendarla a los pecadores como la ultima tabla de salvación (Cf. Diario 687).
Hna. M. Elżbieta Siepak ISMM
Se puede encontrar un análisis teológico completo en el trabajo: Padre Ignacio Różycki:
Nabożeństwo do Miłosierdzia Bożego (La devoción a la Divina Misericordia), Cracovia, 2008, p. 105-115.
Traducción del polaco: Xavier Bordas Cornet
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Véase también: Misericordia » La historia del culto a la Misericordia Divina » Coronilla a la Divina Misericordia