Cuidado por la conversión de los pecadores. Este es el acto de misericordia más grande, ya que tiene en cuenta el bien eterno del prójimo. Sor Faustina, siguiendo el ejemplo de Jesús, ofreció hasta su vida en esta intención. En sus experiencias místicas llegó a conocer el cielo, el purgatorio y el infierno, por lo cual decía que no hay ningún sacrificio que sea demasiado grande para salvar la vida eterna de un hombre. Jesús le invitó, y por lo mismo nos invita también, a participar en la obra de redemir a los pecadores, hasta los que se quedan sin esperanza alguna, en términos humanos. Jesús pidió varias veces: Deseo, deseo la salvación de las almas; ayúdame , hija Mía, a salvar las almas. Une tus sufrimientos a Mi Pasión y ofrécelos al Padre Celestial por los pecadores (“Diario” 1032). La pérdida de cada alma Me sumerge en una tristeza mortal. Tú siempre Me consuelas cuando rezas por los pecadores. Tu oración que más Me agrada es la oración por la conversión de los pecadores. Has de saber, hija Mía, que esta oración es siempre escuchada (“Diario” 1297)
Sor Faustina responde a esta invitación de Jesús con magnanimidad: Oh Jesús, deseo atraer las almas a la Fuente de Tu Misericordia para que tomen la vivificante agua de vida con el recipiente de la confianza. Si el alma desea experimentar una mayor misericordia de Dios, acérquese a Dios con gran confianza y si su confianza es sin límites, la misericordia de Dios será para ella también sin límites. Oh Señor mío, que conoces cada latido de mi corazón. Tú sabes con qué ardor deseo que todos los corazones latan exclusivamente por Ti, que cada alma glorifique la grandeza de Tu misericordia (“Diario” 1489).