El carisma es un don de Dios para que la Congregación realice un servicio en la Iglesia y en el mundo. No sólo determina el fin de la Congregación, sino que también establece los tipos de obras de apostolado y la espiritualidad de toda la comunidad religiosa.
Al principio, la Congregación fue llamada por Dios, mediante el llamado carisma fundacional que había recibido, con el fin de formar y ayudar a jóvenes muchachas y mujeres precisadas de una profunda renovación moral.
El objetivo de las Hermanas de la Compañía de la Madre de Dios de la Misericordia no es sólo trabajar para procurar su propia santificación por la práctica de las virtudes cristianas y de los consejos evangélicos, sino también trabajar (…) para reformar muchachas y mujeres de mala vida, que habiendo dejado los malos caminos que llevaban tras de sí, desean regresar al servicio de Dios. (…). El hecho de querer evitar las caídas de dichas personas no es propiamente el objeto de nuestra Obra, (…); de ahí que el número de muchachas admitidas para estar bajo nuestra custodia y protección deba ser limitado. De ninguna manera se pueden aceptar bajo el concepto de internas o de otros conceptos similares aquellas que no aspiren a ser un día hermanas o personas que desean vivir en penitencia. Asumir la tutela o la dirección en casas tipo reformatorio o prisión sería incongruente con el objetivo de nuestra Obra y con la independencia que tanto desea mantener nuestra institución.
Las Constituciones 1909, art. 1.
En sus inicios, la Congregación fue creada con el fin de llevar a cabo en la Iglesia una tarea específica, a saber, el trabajo educativo con muchachas y mujeres moralmente decadentes (prostitutas) que voluntariamente querían cambiar su vida (carisma fundacional).
En la historia de la Congregación se fue desarrollando este carisma, por lo que la Congregación empezó a atender también a personas cuya vida moral estaba amenazada. Al tomar en consideración las condiciones de vida de la sociedad y que la edad de las muchachas sometidas a procesos desmoralizadores era cada vez más temprana, la Congregación amplió el ámbito y alcance de su labor apostólica con el fin de poder dar asistencia no sólo a personas depravadas, sino también a aquellas que podían ser objeto de una cierta degradación moral. Las Constituciones de 1930 dicen lo siguiente: Las casas de la Congregación pueden acoger a mujeres cuyas condiciones de vida podrían llevarlas a su perdición; sin embargo, en tal caso, el número de las admitidas debe ser limitado.
„Las Casas de Misericordia», así era como se llamaron desde el principio las casas de la Congregación, eran hogares en los que las chicas y mujeres moralmente descuidadas encontraban refugio, siempre y cuando quisieran voluntariamente procurar un cambio profundo de vida. El ambiente familiar, el aislamiento del mundo, un cierto anonimato, la vida de oración y el trabajo, todo ello eran factores que hacían posible los resultados deseados. Miles de muchachas y mujeres emprendieron así su nueva vida con el sentimiento de su propia dignidad personal, aprendiendo a respetarse a sí mismas y a las demás, con el convencimiento del valor y el significado de la vida humana y su finalidad última. El sistema educativo se basaba en el respeto de la dignidad humana y la libertad personal, así como estaba fundamentado en los valores cristianos, la oración y un buen aprovechamiento de los sacramentos; también el trabajo era un elemento importante de la labor educativa, para que las chicas pudieran aprender una profesión; el trabajo también era importante para el mantenimiento de la Casa de la Misericordia.
En los años veinte del siglo XX, entre las pupilas había cada vez más chicas jóvenes a quienes los juzgados de menores dirigían a nuestras casas, de tal modo que las hermanas fueron preparando para ellas un programa educativo y programas de capacitación. De ese modo, las Casas de Misericordia, que era un lugar de trabajo voluntario y de oración, se fueron transformando gradualmente en centros educativos cerrados con un currículo formativo para escuelas de primaria y escuelas profesionales de secundaria. Quienes mandaban a estos centros a muchachas en situación precaria eran: el “kuratorium”, el tribunal de menores, y padres o tutores. Esta forma de trabajo apostólico continuó en algunas casas de la Congregación hasta 1962, ya que en aquel entonces, el Estado había comenzado a nacionalizar y hacerse cargo de algunos de dichos centros, y aquellos centros que seguían siendo responsabilidad de la Congregación fueron transformados en centros de “Caritas” para niños con discapacidad mental o psicomotriz, así como para mujeres enfermas. El trabajo de las hermanas con los jóvenes sólo podía llevarse a cabo en centros de día (Cracovia y Varsovia).
En 1989, en Polonia apareció la posibilidad de trabajar en favor de las muchachas que precisaban de una profunda renovación moral, y esto se inició en el Centro Juvenil Educativo que se acababa de recuperar en Cracovia. En dicho centro, las hermanas llevan hasta el día de hoy un colegio de internas, una escuela secundaria y tres escuelas profesionales secundarias, adonde los tribunales de menores envían las muchachas. En otras localidades, las hermanas también llevan hogares de acogida para madres solteras, donde también atienden a mujeres que precisan de un apoyo moral.
Hna. M. Elżbieta Siepak ISMM
Traducción del polaco: Xavier Bordas Cornet