Del carisma de santa Sor Faustina no sólo surgió una nueva escuela de espiritualidad, sino también el Movimiento Apostólico de la Divina Misericordia, que trata de llevar a cabo, de diversas maneras, la misión de proclamar la misericordia de Dios al mundo a través del testimonio de vida, mediante obras, de palabra y con la oración.
La idea de este movimiento fue revelada a Santa Faustina en Vilna, en 1935, cuando Jesús le transmitió su deseo de que se fundara una nueva congregación, que proclamara la Divina Misericordia y la implorase para el mundo (Diario 436). Al principio, ella pensaba que tenía que salir de su Congregación y fundar una nueva orden religiosa contemplativa, para la cual escribió un resumen de la regla religiosa. Sin embargo, se fue dando cuenta poco a poco de que aquella idea que le había transmitido el Señor no consistía sólo en crear un convento o una congregación. En una carta a su director espiritual, el Padre Miguel Sopoćko, a principios de 1936, ella escribió: Puedo ver claramente que no sólo será una congregación femenina y otra masculina, sino que también veo que será una gran asociación de personas laicas, a la cual cualquiera podrá pertenecer y mediante las obras podrán recordar unos a otros la Misericordia de Dios. Que estas palabras no le parezcan, Padre, una locura, porque son una verdad auténtica que pronto va a ser puesta en práctica y aunque yo no tenga a nadie en pro de esta obra, no me desanima nada, porque me basta saber que tal es la voluntad de Dios. Sin embargo, ella seguía creyendo que su papel en esta obra sería el de fundar una orden religiosa contemplativa. El deseo de cumplir esta tarea constituyó el marco en el que tendría lugar, en su vida, la purificación pasiva del espíritu (la razón y la voluntad), período después del cual llegó a alcanzar las más altas cumbres de la unión con Dios: el desposorio místico. Por último, en aquella experiencia mística conoció con toda claridad que, si bien se trataba de una única obra, ésta tendría tres matices o aspectos. El primero lo constituyen las órdenes contemplativas, es decir, almas apartadas del mundo que arderán como victimas ante el trono de Dios y pedirán mise- ricordia para el mundo entero…implorarán bendiciones para los sacerdotes y, a través de la oración, prepararán al mundo para la venida final de Jesús (Diario 1155). El segundo grupo estará constituido por congregaciones religiosas que unirán a sus oraciones, obras de misericordia, y mediante la oración se empeñarán en despertar el amor y la misericordia de Jesús en este mundo lleno de egoísmo (Diario 1156). Al tercer grupo podrán pertenecer todas las personas que viven en el mundo (Diario 1157), sin estar obligadas por ningún tipo de voto, pero que mediante la oración y los actos de misericordia participarán de todos los meritos y privilegios de la Comunidad (Diario 1157). Cada miembro de este grupo, durante el día, debería hacer por lo menos un acto de misericordia, aunque pueden ser más, porque cada uno puede cumplirlas fácilmente, incluso el más pobre (Diario 1158).
Circunstancias que condujeron a la aparición del Movimiento Apostólico de la Divina Misericordia
Para lograr la misión de anunciar al mundo el mensaje de Dios a través del carisma de la Misericordia y de la experiencia mística de Sor Faustina, Dios inspira una obra en la Iglesia, que hoy llamamos como el Movimiento Apostólico de la Divina Misericordia. Al principio, la idea de obra no fue claramente revelada a Sor Faustina, pues fue madurando poco a poco, pasando por diferentes fases de desarrollo: desde la fundación de la nueva congregación contemplativa hasta la definición de las estructuras del movimiento, que consta de congregaciones contemplativas, órdenes religio- sas de carácter activo y personas laicas que viven en el mundo.
Los principios de la idea de esta obra datan de 1935, cuando Sor Faustina residía entonces en la casa que la Congregación tenía en Vilna. En aquel tiempo, empezó a gozar de la gracia de la contemplación, y de una profunda vida de intimidad con Dios; asimismo, algunos de los deseos de Jesús empezaron a cumplirse, puesto que se había pintado ya la imagen de Jesús Misericordioso, la cual recibió culto público el primer domingo después de Pascua de Resurrección, los días 26 – 28 de abril de 1935, en el Santuario mariano de Ostra brama, en ocasión de la ceremonia de clausura del Jubileo de la Redención del mundo.
Sin embargo, su alegría se vio afectada por el presentimiento de las nuevas tareas que le esperaban. Me asuste de su grandeza – confiesa en su Diario – y me sentí completamente incapaz de cumplirlos (Diario 429). Pero entonces oyó palabras de Jesús, con las que la tranquilizaba diciéndole: Preparas al mundo para Mi última venida. Estas palabras me conmovieron profundamente – afirmaba en su Diario – y aunque fingía como si no las hubiera oído, no obstante las comprendí bien y no tenía ninguna duda al respecto (Diario 429).
A la luz de estas experiencias espirituales, el día de Pentecostés, un 9 de junio 1935, oyó otro encargo de Jesús: esta vez se trataba de una tarea muy concreta: Junto con tus compañeras implorarás la misericordia para ti y para el mundo entero (Diario 435). Hasta aquel momento, cumpliendo con el carisma de la Congregación, se ocupaba sobre todo de muchachas y mujeres que necesitaban una profunda renovación moral, por lo que no es de extrañar que comprendiera estas palabras de Jesús como si se tratara de constituir una nueva congregación, cuyo objetivo sería implorar la misericordia de Dios para el mundo entero.
Como no estaba segura de si había interpretado bien el pensamiento del Señor, ni tampoco tenía una clara indicación de hablar con su confesor sobre el asunto, por eso durante los veinte días siguientes no habló con nadie sobre aquel deseo de Jesús. No fue hasta el 29 de junio, cuando provocada por su confesor, el padre Miguel Sopoćko, le reveló su secreto. El secreto era éste, que Dios exigía que hubiera una congregación que proclamara la Divina Misericordia y la implorase para el mundo (Diario 436). Durante esa conversación, en la que vio al Señor en el umbral con el aspecto que tenía en la imagen pintada, le dijo: Deseo que haya tal Congregación (Diario 437). Ella se veía incapaz de llevar a cabo aquella obra, por eso se resistía como podía. Sin embargo – como dejó escrito en su Diario – Jesús, sin reparar en esta invocación mía me dio luz y me hizo conocer cuánto le agradaba esta obra y no tomó en consideración mi debilidad, sino que me dio a conocer cuantas dificultades tenia que superar (Diario 437).
Al día siguiente, después de haber conversado con el Padre Miguel Sopoćko, el día 30 de junio de 1935, durante la Misa, santa Faustina volvió a ver al Señor, que le exigía que esa Congregación se fundara lo antes posible (Diario 438). A continuación, Jesús le describió el espíritu que debía imperar en esa congregación, que consistiría en imitarle desde el pesebre hasta la muerte en la cruz, junto con la tarea de proclamar la misericordia de Dios y alcanzarla para el mundo entero (Diario 438). Tras haber recibido la Santa Comunión, Sor Faustina experimentó, de un modo místico, la presencia y la bendición de la Santísima Trinidad, y después de esta vivencia, todos los temores, inquietudes y ansiedades, la debilidad y la impotencia que sentía ante aquella tarea, desaparecieron. Al volver en mi, sentía la fortaleza y el valor para cumplir la voluntad de Dios, nada me parecía difícil (Diario 439).
Estas fueron, pues, las circunstancias, o dicho de otro modo, los antecedentes del Movimiento Apostólico de la Divina Misericordia. Su creador e iniciador fue Jesús mismo, que reveló ante su «secretaria» la idea de crear esta «congregación», es decir, un movimiento cuyos miembros procurarían imitarle “desde el pesebre en Belén hasta la Cruz” y que proclamarían la misericordia de Dios y la implorarían para el mundo entero. En estas primeras revelaciones, Jesús esbozó el marco esencial de dicha obra, la espiritualidad y la orientación del compromiso apostólico que había establecido desde una perspectiva escatológica: preparar al mundo para Su segunda venida.
El desarrollo de la idea del Movimiento Apostólico de la Divina Misericordia
Según estas primeras revelaciones sobre la nueva obra de Sor Faustina y la forma que debía adoptar, queda suficientemente claro que ella lo comprendía como la fundación de un convento de vida contemplativa. No cambiaba de idea ni de forma de pensar sobre este asunto, ni siquiera habiendo oído las palabras de San Ignacio, a quien ella había pedido ayuda en el cumplimiento de estos designios divinos: Hija mía, no soy indiferente a tu causa. Esta regla se puede aplicar también a esta Congregación (Diario 448). Aún así, siguió creyendo que se trataba de fundar una nueva congregación, la cual se dedicaría completamente a las tareas que el Señor le había encomendado. En aquel entonces, no se percataba de la posibilidad de realizar esta tarea en su propia Congregación o de cualquier otra forma.
Entre noviembre y diciembre de 1936, escribió un esbozo a título de resumen de la regla religiosa para el nuevo convento contemplativo, cuyo sistema se basaba en las Constituciones de la Congregación a la que pertenecía. En ellas incluyó los requerimientos que Jesús le había pedido referentes a las tareas y al espíritu de la nueva congregación, y también destacó ciertas reglas importantes, a su juicio, en las cuales se centró en: una debida selección de las candidatas, las etapas de formación religiosa, la oración, la penitencia, la vida comunitaria, el apostolado y la administración de la casa. Después de una primera lectura de este esbozo de las constituciones, destaca y sorprende el radicalismo con el que trató la cuestión de la selección de los nuevos miembros, así como la práctica de la vida religiosa, basada en la oración, las renuncias y la penitencia rigurosa, así como también el compromiso personal fervoroso en el apostolado a favor de la salvación de la almas.
Tres meses más tarde, en marzo de 1936, Sor Faustina dejó Vilna para ir a residir a Cracovia, pasando previamente por Walendów y Derdy. En Walendów, en abril de 1936, escribió a su confesor y director del alma que permanecía en Vilna, el Padre Miguel Sopoćko: Puedo ver claramente que no sólo será una congregación femenina y otra masculina, sino que también veo que será una gran asociación de personas laicas, a la cual cualquiera podrá pertenecer y mediante las obras podrán recordar unos a otros la Misericordia de Dios. No cesó de rezar en esta intención y de buscar el modo de llevar a cabo la voluntad de Dios. Hablaba sobre ello con los confesores, las superioras y, sobre todo, ofrecía en esta intención el enorme sufrimiento relacionado con la noche del espíritu. Ella solo deseaba una cosa, es decir, poder conocer con toda claridad cuál era el designio de Dios en relación con aquella obra, y poder cumplir la misión que el Señor le había encomendado en ella.
Finalmente, el 27 de junio de 1937, Faustina anotó en su Diario que durante la santa Misa Dios le dio luz y una profunda comprensión de esa obra, sin dejarle ya duda alguna (Diario 1154). Esta obra será una sola cosa – escribió – pero tendrá como tres aspectos, constituidos por tres grupos distintos de personas. El primero lo constituyen almas apartadas del mundo que arderán como victimas ante el trono de Dios y pedirán misericordia para el mundo entero…implorarán bendiciones para los sacerdotes y, a través de la oración, prepararán al mundo para la venida final de Jesús (Diario 1155). El segundo grupo estará constituido por congregaciones religiosas que unirán a sus oraciones, obras de misericordia. De modo especial protegerán del mal a las almas de los niños. La oración y la obra de misericordia encierran en sí todo lo que aquellas almas deben hacer… se empeñarán en despertar el amor y la misericordia de Jesús en este mundo lleno de egoísmo (Diario 1156). Al tercer grupo podrán pertenecer todas las personas que viven en el mundo (Diario 1157), sin estar obligadas por ningún tipo de voto, pero que mediante la oración y los actos de misericordia participarán de todos los meritos y privilegios de la Comunidad (Diario 1157). Cada miembro de este grupo, durante el día, debería hacer por lo menos un acto de misericordia, aunque pueden ser más, porque cada uno puede cumplirlas fácilmente, incluso el más pobre (Diario 1158).
En el contexto de esta interpretación que, aún siendo una sola obra, tiene tres aspectos, se pueden esclarecer las discrepancias que santa Faustina tuvo en su forma de ver la localización de la futura congregación. Unas veces pensaba que tenía que ser una pequeña iglesia, y junta a ella un convento con doce celdas (Diario 563); en otra ocasión vio los muros de una casa, cuyas ventanas estaban sin cristales y puertas no terminadas sin hojas, pues sólo tenían los marcos (Diario 559), en otra visión vio una pequeña capilla y dentro de ella seis hermanas que estaban recibiendo la Santa Comunión del padre Miguel Sopoćko (Diario 613); la siguiente vez tuvo la visión de un convento en el que las hermanas cuidaban de niños de entre cinco y once años, protegiéndolos contra el mal (Diario 765). Otra vez vio un convento, donde se vivía un profundo espíritu, pero donde todo era pobre y muy modesto (Diario 892). En la última visión relacionada con esta cuestión, Sor Faustina mirando lo que se le presentaba, vio una casa amplia y espaciosa. Vio también como las personas que Vivian en ese convento por el momento llevaban trajes seglares, pero reinaba el espíritu religioso en toda plenitud (Diario 1154). Esta última visión fue la que precedió inmediatamente el momento en el que dejó escrito por completo la estructura de esta obra única, en la que participan todos, es decir, conventos contemplativos, personas de diversos institutos de vida consagrada y todos aquellos que se comprometen en la obra de la Misericordia creada por Jesús, mediante la oración, la palabra y los actos de misericordia.
Las notas que aparecen en el Diario y que datan del 27 de junio 1937 terminan con el desarrollo de la idea del Movimiento Apostólico de la Divina Misericordia, que según palabras de Jesús, desde buen principio se podían comprender de modo muy amplio, es decir, como un movimiento. Pero, éste, en el modo de pensar de Sor Faustina, fue madurando poco a poco, evolucionando desde pensar en un convento contemplativo de clausura, pasando por una congregación religiosa de carácter activo, hasta abarcar, en esta obra, a los laicos.
Hay una cuestión de terminología que requiere también una cierta explicación. Pues cabe señalar que en los escritos de Sor Faustina no aparece la palabra «movimiento», sino que ella usaba los términos «congregación» u «obra». Jesucristo y santa Faustina, ambos utilizan la palabra «congregación”, pero cada uno lo hace en un sentido diferente, con un significado distinto.
La mayoría de gente, también santa Faustina, comprende la palabra “congregación” como una comunidad religiosa. Por eso, las palabras de Cristo: Deseo que haya tal Congregación (Diario 437) o bien estas otras palabras, Me dijo que exige que esa Congregación sea fundada lo antes posible (Diario 438), santa Faustina las comprendió al pie de la letra. Así pues, ella pensaba que el Señor quería crear una nueva congregación que proclamara la misericordia de Dios y la alcanzara para el mundo entero. Luego, escribió que personas con diversas vocaciones, hombres y mujeres e incluso laicos deberían formar parte de esta “congregación”. Esta diversidad de vocaciones indica un significado diferente del término “congregación”, es decir, se refiere al significado bíblico que corresponde a la palabra hebrea «qahal», de la que se sirvió el Señor Jesús en su conversación con Sor Faustina.
El término hebreo «qahal», según el Diccionario de la Teología Bíblica, significa congregación, especialmente destinada para fines religiosos, sobre todo de culto.
Esta «congregación» de culto puede caracterizarse por los siguientes elementos constitutivos:
- La congregación debe su existencia, a una “llamada» o «convocatoria» por parte de Dios;
- Las personas se reúnen en torno de la Tienda de Encuentro, o en el Santuario, con la convicción de que Dios habita entre ellos;
- Dios se revela ante el Pueblo y le expresa su voluntad a través de una Teofanía o de un representante autorizado;
- La congregación se reúne con fines religiosos o sagrados, para suplicar o para hacer penitencia, y Dios la va santificando sucesivamente.
Es relativamente fácil darse cuenta de que todos los rasgos constitutivos del concepto bíblico de la palabra „congregación” aparecen en las palabras de Jesús que han quedado anotadas en el Diario de Sor Faustina.
Por lo tanto, el Movimiento Apostólico de la Divina Misericordia, según las palabras del Señor es como una nueva congregación recién convocada, un nueva convocatoria del Pueblo de Dios, convocado en esta etapa de la historia para cumplir unos designios de Dios y unas tareas específicas, tales como la renovación de la vida religiosa y la proclamación del misterio de la misericordia de Dios, que hay que suplicar para alcanzarla para el mundo entero. Cabe señalar aquí, que éstas son las tareas que el Santo Padre Juan Pablo II planteó para toda la Iglesia, en su Encíclica Dives in Misericordia.
Intentos para hacer realidad el Movimiento Apostólico de la Divina Misericordia
Para la Hermana Faustina, la cuestión más importante, en su vida, era el cumplimiento fiel de la voluntad de Dios. Todos los deseos del Señor los iba presentando a sus confesores y superioras, para poder, a continuación, llevarlos a cabo con coherencia y perseverancia, poniendo todo su empeño por lograrlo sin importar las dificultades, la adversidad y el sufrimiento. Lo mismo ocurrió con el Movimiento Apostólico de la Divina Misericordia, que según su propio discernimiento inicial debía ser la fundación de una nueva congregación; por eso, se sentía como obligada a realizarla, incluso cuando más tarde comprendió que esta labor abarcaba la fundación de varias congregaciones, masculinas y femeninas, junto con una gran asociación de laicos. Ella pensaba que su papel en la realización de esta obra consistiría en fundar un convento contemplativo que se dedicaría únicamente a cumplir las tareas que Jesús les había encomendado.
En septiembre de 1935, sor Faustina presentó al obispo ordinario de la diócesis de Vilna, el Arzobispo Romualdo Jałbrzykowski, su idea de dejar la casa madre de la Congregación a la que pertenecía, pero él le dijo que se trataba de una tentación grave, y le dijo que la misión de suplicar la misericordia para el mundo y pidiendo especialmente por los pecadores, debía vivirla en su propia congregación (Diario 473). Hija mía, ármate de mucha paciencia – le dijo – si estas cosas vienen de Dios, tarde o temprano, se realizarán y te digo estar completamente tranquila (Diario 473, 479).
En octubre de 1935, Sor Faustina se fue para un retiro de ocho días a Cracovia. Allí tuvo la oportunidad de consultar el asunto con el padre José Andrasz SJ, que incluso, antes de que ella hiciera los votos perpetuos, le aseguró que las vivencias que experimentaba en su alma venían de Dios. Su confesor de Cracovia, esta vez, admitió: en todo lo que me ha dicho, no veo ninguna ilusión ni contradicción a la fe: éstas son cosas buenas de por si y hasta seria bueno que hubiera un grupo de almas que pidieran a Dios por el mundo, porque todos necesitamos (Diario 506), pero también le recomendó tener mucha prudencia, mucha sumisión a sus superiores, y oración para poder conocer mejor los designios de Dios (Diario 506).
Además, el Padre Miguel Sopoćko, después de la salida de Sor Faustina de Vilna se involucró en este asunto, buscando el permiso del Arzobispo R. Jałbrzykowskiego y tratando de crear las condiciones las condiciones adecuadas para fundar la nueva congregación. En este asunto, seguía discerniendo a Santa Faustina y le aconsejó que siguiera trabajando para hacer las cosas conforme a la voluntad de Dios, y que no hiciera nada sin el permiso de su director espiritual de Cracovia, el padre Joseph Andrasz SJ; también le pidió que tuviera mucha cautela y que actuara con lentitud a pesar del gran impulso interior que experimentaba para actuar. Al valorar su empeño, el Padre. Miguel Sopoćko reconoció con sinceridad: Todavía no veo ningún progreso en la cuestión de crear unas condiciones adecuadas para esa congregación, pero no pierdo la esperanza y hago lo que puedo. Santa Faustina también procuraba cumplir esta voluntad del Señor. Conversaba sobre ello con la Madre General y con la Superiora de la Casa que la Congregación tenía en Cracovia, y de ambas recibió permiso para actuar con libertad, para mantener contactos con las personas y mantener con ellas una correspondencia. Habló mucho sobre estos asuntos con el Padre José Andrasz SJ, de quien esperaba decisiones concretas. Aprovechando la visita de la Superiora General, la Madre Michaela Moraczewska en la casa de Cracovia, a principios de mayo de 1937, Sor Faustina pidió de poder salir de la Congregación. La Madre General, antes no le había dado su consentimiento, por temor a que fuera objeto de algún tipo de ilusiones. Ella pidió una señal a Dios, para poder discernir si aquel asunto estaba de acuerdo con la voluntad de Dios. Consideraba que la idea era grande y hermosa, pero veía más bien el papel de Sor Faustina como si tuviera que actuar como unos resortes ocultos, y por lo tanto consideraba que no necesariamente tenía que abandonar la Congregación. Cuando el día 4 de mayo 1937 Sor Faustina habló con la Madre General sobre su salida de la congregación, oyó lo siguiente: Hasta ahora siempre la retenía, hermana, pero ahora le dejo toda la libertad. Si usted quiere, puede dejar la Congregación o si usted prefiere, puede quedarse (Diario 1115). Así que Sor Faustina decidió dejar la Congregación, por lo que tendría que escribir al Santo Padre para que la liberara de los votos y así poder viajar a Vilna para fundar la nueva congregación. No obstante, cuando salió de la habitación de la Madre General, de nuevo se apoderó de su alma una gran oscuridad. Es una cosa extraña que cada vez que pido el permiso de salir, mi alma queda envuelta de esas tinieblas y siento como si estuviera dejada a mi misma. Cuando estaba en esa angustia espiritual, decidí ir en seguida con la Madre y contarle mi extraño tormento y mi lucha. La Madre me contestó que esta salida mía era una tentación (Diario 1115). Y en aquellas circunstancias su confesor decidió: que ése no era, quizá, el momento establecido por Dios. Hay que rezar y esperar pacientemente (Diario 1117).
Después de este nuevo intento, que fue el último, de abandonar la Congregación, Sor Faustina escribió en su diario: Nadie comprenderá ni entenderá mis tormentos, ni yo lograré describirlos, ni puede haber otro sufrimiento mayor que éste. Los tormentos de los mártires no son mayores, ya que en tales momentos la muerte seria para mí un alivio y no sé con qué comparar estos sufrimientos, esta interminable agonía del alma (Diario 1116).
A pesar de tantas dificultades y contrariedades, Sor Faustina estaba profundamente convencida de que en aquella obra, había una clara voluntad de Dios de que llegará a realizarse. Sabía que Dios, en sus inescrutables designios permite a veces que quienes han emprendido los mayores esfuerzos por alguna obra, generalmente no gozan de los frutos de esta obra aquí en la tierra (Diario 1402). Escribió al Padre Miguel Sopoćko que Dios estaba ya contento con lo que ya se había hecho. Las dificultades y reveses son sólo experiencias (…), y nunca son (…) prueba de que Dios no quiera la obra, o de que aquel trabajo no fuera agradable a Dios. Entonces, Faustina se apartó quedándose en la sombra, ya sin adoptar acción exterior alguna; era consciente de que Dios, a través de ella, ya había iniciado su obra. En su última carta a su director del alma en Vilna le escribió: (…) En cuanto a la nueva congregación no tengo ya ninguna duda, es evidente que es voluntad de Dios. A través nuestro, Dios ha comenzado su obra, sobre quien la terminará, no tenemos porqué razonar el qué o el cómo, sino hacer ahora lo que está en nuestro poder, nada más.
El enorme empeño por hacer realidad esta idea fue acompañado por la muy dolorosa experiencia de la noche pasiva del espíritu. Pero esta experiencia de Sor Faustina la condujo a alcanzar las cumbres más altas de la mística y le permitió, en un plano espiritual, llevar a cabo la fundación del Movimiento Apostólico de la Divina Misericordia y sentar las bases para hacer realidad en la Iglesia esta nueva obra. Jesús no estaba interesado, pues, en una nueva congregación, puesto que, a pesar de tantos esfuerzos por parte de Sor Faustina y su empeño por cumplir la voluntad de Dios, no lo permitió. Más bien se trataba de formar en ella, un modelo perfecto a seguir para todos los apóstoles de la Divina Misericordia, modelo de confianza ilimitada en Dios y de caridad para con el prójimo, modelo de cómo proclamar de palabra y mediante el testimonio de vida, el misterio de la misericordia de Dios e implorarla para el mundo entero. Esta conclusión parece confirmada también por el hecho de que después de soportar con fortaleza y coraje los sufrimientos de la noche pasiva del alma, cuando en la fiesta de la Misericordia del año 1938 recibió la gracia de una completa libertad de espíritu (Cf. Diario 1681), justo entonces escribió la estructura final de la futura obra, y luego ya no volvió a tocar la cuestión. Murió con el sentido del deber cumplido. A su confesor de Vilna, durante la última conversación que tuvieron unas pocas semanas antes de su muerte, le dijo que procurara conseguir principalmente promover la devoción a la Divina Misericordia, y que no se ocupara demasiado de la cuestión de la nueva congregación, puesto que ya conocería, a su debido tiempo, quién y qué haría cada cual en este asunto.
Se puede encontrar el texto completo en el libro: Nowe „zgromadzenie” św. Siostry Faustyny. Apostolski Ruch Bożego Miłosierdzia (Nueva Congregación de santa Faustina. Movimiento Apostólico de la Divina Misericordia) Hna. M. Elżbieta Siepak ISMM, Cracovia 2002.
Traducción al español – Xavier Bordas Cornet