Santa Faustina vivió y murió en la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, que se ocupa de chicas y mujeres que necesitan una profunda renovación moral (carisma fundacional). Como miembro de la Congregación, vivía el carisma de la congregación. Sin embargo, al mismo tiempo, recibió de Dios un don mayor, el de proclamar al mundo entero la Misericordia de Dios, de testificar en el mundo el valor evangélico del amor misericordioso de Dios hacia cada persona. Hoy te envío a ti a toda la humanidad con Mi misericordia – le dijo Jesús – No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que deseo sanarla, abrazarla a Mi Corazón misericordioso (Diario 1588). Muchas fueron las ocasiones en las que el Señor le pidió que proclamara esta verdad bíblica: escribe, habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mi justicia (Diario 965); habla al mundo de Mi misericordia para que toda la humanidad conozca la infinita misericordia Mía (Diario 848); Habla al mundo de Mi misericordia, de Mi amor. Me queman las llamas de la misericordia, deseo derramarlas sobre las almas de los hombres. Oh, qué dolor Me dan cuando no quieren aceptarlas (Diario 1074).
En el centro del carisma de San Faustina se halla el valor evangélico (no se trata pues de una tarea específica), del misterio de la misericordia de Dios. Vivir este carisma, significa pues, ir conociendo cada vez más esta verdad de la fe y contemplarla en la vida cotidiana, así como también procurar responder con una actitud de confianza hacia Dios (mediante el cumplimiento de su santa voluntad, que es para nosotros la misericordia misma), y practicar el amor activo hacia el prójimo. El testimonio de vida, vivido en este espíritu, es la forma básica de proclamar al mundo la misericordia de Dios. Esta se lleva a cabo a través de obras de misericordia, palabras y oraciones, especialmente a través de la práctica de la devoción a la Divina Misericordia según las formas que el Señor Jesús transmitió por Santa Faustina.
El carisma de santa Faustina aporta, en la historia de la Iglesia, una nueva escuela de la espiritualidad y el Movimiento Apostólico de la Divina Misericordia, que de diversas maneras trata de llevar a cabo la tarea de testificar y hacer presente en el mundo el misterio de la misericordia de Dios. El Papa Juan Pablo II destacó la actualidad y la importancia de este carisma, en muy diversas ocasiones: La Iglesia inspirándose en el misterio de la cruz y de la resurrección, predica la misericordia de Dios, prenda de esperanza y fuente de salvación para el hombre. Sin embargo, parece que hoy en particular es llamada a anunciar al mundo este mensaje. No puede descuidar esta misión, si Dios mismo la llama con el testimonio de santa Faustina.
1. El Carisma
La misión apostólica y la espiritualidad surgen de un don de Dios, que se define con una palabra: carisma. Después del Concilio Vaticano II, que prestó más atención a la dimensión carismática de la vida de la Iglesia, se desarrolló la ”teología del carisma”, la cual nos permite entender mejor en qué consiste este don del Espíritu Santo y cuál es el papel que desempeña en la vida de los creyentes y de las comunidades. Sabemos que se trata de un don, que no sólo predispone al servicio, y en particular un servicio apostólico tangible, sino que también puede, fundamentalmente, ejercer una gran influencia en toda la vida espiritual de la persona o de una determinada comunidad; ejerce también una influencia en la relación de la persona con Dios, en las relaciones con los demás, en la oración y en la ascesis.
Es un don fundamental para cada instituto, en el que se arraigada la unidad de sus miembros, y constituye al mismo tiempo su identidad, tanto en la vida espiritual como en la misión. Los documentos postconciliares para la vida consagrada mencionan unos elementos mediante los cuales se puede determinar y describir el carisma de cada instituto. Estos elementos son: el fin u objetivo para el que creó un determinado instituto, así como el fin que persigue, el carácter, el cual especifica el objetivo del instituto (por ejemplo, define con más precisión el grupo de personas a las que están destinadas las actividades que el Instituto lleva a cabo), la espiritualidad, la naturaleza (se trata de la distinción entre las órdenes contemplativas y activas) y sanas tradiciones del Instituto1. Mediante el uso de estos criterios, y basándose especialmente sobre en las constituciones, pero también gracias a otros documentos, se puede describir acertadamente el carisma de cada instituto y determinar su dinamismo. El desarrollo del carisma tiene lugar dentro de los límites delimitados por los siguientes elementos: el carácter y la espiritualidad asociada a éste; no obstante, no se puede lograr, sin embargo, en el ámbito de la naturaleza y finalidad del instituto.
La teología distingue entre dos tipos básicos de carismas en los institutos de vida consagrada. Estos son: el carisma fundacional y el carisma del fundador. El carisma fundacional se refiere a aquellos institutos que se han creado para llevar a cabo una tarea específica en la Iglesia, por ejemplo, el cuidado de los leprosos, la educación de los niños, la creación de parvularios, casas para desamparados, la solicitud en favor de las sirvientes domésticas, la recuperación de mujeres que precisan una renovación moral, la preparación de las jóvenes para el matrimonio, y la vida familiar, etc… En cambio, los institutos que tienen el carisma del fundador deben hacer realidad en la Iglesia algún valor evangélico de carácter permanente, como la pobreza (Familia Franciscana). Por supuesto, cada carisma refleja algún valor evangélico, pero en el carisma del fundador el valor evangélico se convierte en el objetivo del Instituto (no una tarea específica que de algún modo lo expresa). Así pues, el carisma es un don que determina la creación, la identidad y el desarrollo de cada Instituto. Las personas que los reciben son los fundadores, independientemente del momento, dentro de la historia del Instituto, en el que aparezcan.
2. El carisma de santa Faustina
La Congregación recibió, al inicio de su existencia, un «carisma fundacional”, o sea, fue creado para llevar a cabo una tarea específica que debía ser realizada dentro de la Iglesia; a saber, se trata de una labor educativa para reformar las vidas de chicas y mujeres necesitadas de una profunda renovación moral (prostitutas).
Santa Faustina, como miembro de la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, vivía el carisma de la congregación. Sabemos lo mucho que se preocupaba por las personas que estaban bajo su tutela en las Casas de Misericordia de la Congregación, cuánto rezaba por ellas, cuántos sacrificios ofrecía, cuánta solicitud había en su vida por las personas que le habían sido encomendadas, con las que trabajaba en la cocina o en el jardín. Ella se alegraba de haber recibido la gracia de la vocación en esta Congregación. Escribió por ejemplo a la Hermana Ludwina: Hermana, cuánta alegría siento en mi alma de que El Señor Jesús me haya llamado a nuestra Congregación que está unida estrechamente con la obra y la misión de Jesús, es decir la misión de salvar a las almas. Y si somos fieles a esta misión, seguramente más de un alma nos agradecerá el cielo. Pero nosotras debemos tener presente que nuestra misión es elevada, similar a la misión de Jesús. Debemos tener con plenitud el espíritu y los rasgos de Jesús, es decir el total anonadamiento de nosotras mismas por amor a Dios, a favor de las almas inmortales, y especialmente, debemos cuidar de las almas que Jesús nos ha confiado (carta 253).
Al vivir en la Congregación y realizar en su vida el carisma de la Congregación, como su hija más fiel, tal y como lo confirmó Jesús mismo, recibió de Dios un don aún mayor, don que la teología define como «carisma del fundador». Para poder recibir este don, Jesús mismo la fue preparando a través de una serie de apariciones y gracias a la formación espiritual, revelándole poco a poco sus designios para con ella. El plan de Dios no sólo abarcaba su santificación personal, sino también una misión que debía ser continuada después de su muerte, justamente a través del don del carisma del fundador.
Se puede describir este don, sobre la base del «Diario», que ella escribió, obedeciendo el mandato de Jesús. De su contenido, se puede ver claramente que la finalidad de este carisma es hacer presente en el mundo el amor misericordioso de Dios hacia el hombre, proclamar con una nueva fuerza el misterio de la misericordia de Dios, que nos ha sido revelado del modo más pleno posible en la vida, muerte y resurrección de Jesús. Jesús llamaba constantemente a Sor Faustina para que proclamara al mundo su misericordia: Penetra en Mis secretos y conocerás el abismo de Mi misericordia para con las criaturas y Mi bondad insondable, y harás conocer ésta al mundo. A través de la oración intermediaras entre la tierra y el cielo (Diario 434). Secretaria de Mi misericordia, escribe, habla a las almas de esta gran misericordia Mía, porque está cercano el día terrible, el día de Mi justicia (Diario 965). Apóstol de Mi misericordia, proclama al mundo entero Mi misericordia insondable, no te desanimes por los obstáculos que encuentras proclamando Mi misericordia (Diario 1142). No dejes de proclamar Mi misericordia (Diario 1521; cf. 699, 848, 1666 y otros). Con el transcurrir de los años, santa Faustina se iba identificando cada vez más con la labor que Jesús le había encomendado: Yo sé bien, oh Jesús, que debo hablar a las almas de Tu bondad, de Tu inconcebible misericordia (Diario 598). Oh Amor Eterno, deseo que Te conozcan todas las almas que has creado. Desearía hacerme sacerdote, para hablar incesantemente de Tu misericordia a las almas pecadoras, hundidas en la desesperación. Desearía ser misionero y llevar la luz de la fe a los países salvajes para darte a conocer a las almas y morir en el martirio, sacrificada por ellas como Tu has muerto por mi y por ellas (Diario 302).
Sabía también que la tarea de proclamar al mundo la misericordia de Dios no sólo era su misión personal, sino que también debería llevarla a cabo la Congregación que el Señor le había pedido que fundara, es decir, esta nueva comunidad viviría la misma misión, Dios exigía – le decía a su confesor el padre Miguel Sopoćko – que hubiera una congregación que proclamara la Divina Misericordia y la implorase para el mundo (Diario 436). Aunque se sentía incapaz de hacerlo, y al igual que los profetas bíblicos intentaba rehusar esta tarea, no obstante, fue aceptando fielmente el esfuerzo necesario para discernirla y para llevarla a cabo.
Teniendo en cuenta los criterios mencionados anteriormente al describir el carisma de santa Faustina, cabe también indicar su carácter, que esclarece con más precisión el objetivo y la finalidad del carisma (define el grupo de personas a las que va dirigido, o el modo de llevarlo a cabo). Quien mejor lo ha explicado es Jesús mismo: Te doy tres formas de ejercer misericordia al prójimo: la primera – la acción, la segunda – la palabra, la tercera – la oración. En estas tres formas está contenida la plenitud de la misericordia y es el testimonio irrefutable del amor hacia Mí. De este modo el alma alaba y adora Mi misericordia (Diario 742). Estas tres maneras de ejercer la misericordia determinan, al mismo tiempo, el modo de realización del carisma de santa Faustina, la manera de hacerlo presente y de proclamar al mundo el misterio de la misericordia de Dios. Juan Pablo II habló sobre estas formas del carisma durante su primera peregrinación al Santuario de Łagiewniki: Queridas religiosas, tenéis una vocación extraordinaria. Al elegir de entre vosotras a la beata Faustina, Cristo confió a vuestra congregación la custodia de este lugar y, al mismo tiempo, os ha llamado a un apostolado particular: el de su Misericordia. Os pido: cumplid ese encargo. El hombre de hoy tiene necesidad de vuestro anuncio de la misericordia; tiene necesidad de vuestras obras de misericordia y tiene necesidad de vuestra oración para alcanzar misericordia. No descuidéis ninguna de estas dimensiones del apostolado.
Sin embargo, la espiritualidad del carisma de santa Faustina se puede especificar con una sola palabra: Misericordia (divina y humana). El misterio de la misericordia de Dios era absolutamente el centro de su vida espiritual, determinaba la imagen que tenía de Dios como Padre rico en misericordia, su actitud de confianza hacia Dios, la oración y la ascesis, así como la calidad de sus relaciones interpersonales. Deseo transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti, oh Señor. Que este más grande atributo de Dios, es decir su insondable misericordia, pase a través de mi corazón al prójimo (Diario 163).
Vamos a tratar de trazar brevemente los criterios que dan los teólogos, al escribir sobre el carisma del fundador. El primero de estos criterios es una síntesis original del Evangelio, cuyo punto de unión es un valor permanente del Evangelio. Esta lectura del Evangelio, en Sor Faustina se llevo a cabo bajo el aspecto del misterio de la misericordia de Dios y se convirtió en la regla de vida que abarca todas las dimensiones de su ser; según la cual se centró en el seguimiento de Cristo, mostrando al mundo el amor misericordioso del Padre hacia cada persona, y sobre todo hacia aquellos que están inmersos en el pecado. Sor Faustina, habiendo recibido este don del Espíritu Santo, ofrece a la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, a la Iglesia y al mundo una nueva interpretación de los mensajes transmitidos en el Evangelio de Cristo, adaptada a nuestros tiempos: se trata de una interpretación sintética de los Evangelios desde la perspectiva del misterio de la misericordia de Dios. Esta síntesis es tan clarividente, que Juan Pablo II no dudó en llamar a su “Diario”, El Evangelio de la Misericordia. El santo Padre Benedicto XVI escribió: El gran deseo de esta santa mujer era colocar en el centro de la fe y de la vida cristiana, la misericordia de Dios. Gracias a la fuerza de su vida espiritual llegó a mostrar a plena luz, justamente en estos tiempos que han conocido la crueldad de las ideologías oficiales, la novedad del mensaje cristiano.
El Carisma del fundador indica y traza para el Instituto unas líneas fundamentales de espiritualidad, un proprium de vida y una misión para la comunidad. También santa Faustina ha trazado para la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia un proprium de vida una misión para la comunidad, es decir, unas líneas fundamentales de espiritualidad y una misión apostólica en la Iglesia. En la base de dicha espiritualidad está el hecho de conocer el misterio de la Misericordia Divina y su contemplación en la vida cotidiana. Su vida y la de aquellas comunidades que siguen sus pasos se centra en el conocimiento del misterio de la Misericordia Divina y su contemplación en la vida cotidiana. De ello resulta, la actitud de confianza hacia Dios, que se expresa por el cumplimiento de su voluntad, en una actitud de abandono, y la actitud misericordiosa hacia el prójimo. Por otro lado, la misión apostólica consiste en proclamar al mundo, con una nueva fuerza, el misterio de la Misericordia Divina mediante obras de misericordia, la palabra y la oración.
El tercer criterio que determina el carisma del fundador se refiere a una vocación para vivir el seguimiento de Cristo de forma colectiva. Este criterio permite distinguir el carisma personal del fundador y del carisma fundacional que transmite a la congregación. En esto santa Faustina fue un claro ejemplo, puesto que tanto congregaciones como otras comunidades de la Iglesia adoptan su camino de unión con Dios, y se compromete en la misión de hacer presente en el mundo el misterio de la Misericordia Divina. Sor Faustina tiene seguidores, animados por el Espíritu Santo, que proporciona las gracias necesarias, pero sobre todo les otorga el mismo carisma, que ellos reconocen al confrontarlo con el modelo de la vida y misión apostólica de la Apóstol de la Divina Misericordia. Por lo tanto, no sólo las Hermanas de la Congregación viven el carisma, sino también muchas otras comunidades en la Iglesia.
Otro criterio para poder reconocer el carisma del fundador es la vocación para fundar una orden religiosa. Lo que distingue al fundador de los demás miembros de la comunidad es su conciencia de la función que, por voluntad de Dios, debe cumplir en la Iglesia. Sin embargo, no es fundador aquel (…) que no tenía intenciones de fundar una comunidad. Todo aquel que haya leído el Diario de Sor Faustina sabe cuánto tiempo y esfuerzos dedicaba a la realización de la voluntad de Dios, en lo que se refiere a la fundación de una nueva congregación que proclamara y alcanzara la misericordia de Dios para el mundo entero. Jesús se lo había pedido claramente, refiriéndose no sólo al objetivo de dicha labor, sino también al espíritu de esta congregación, y le dictó los medios para su realización. Ella estaba profundamente convencida de que esta labor (la de proclamar y alcanzar la misericordia de Dios) era algo nuevo, algo que sobrepasaba la misión apostólica de la Congregación en la que vivía. Ella no sabía que esta tarea podía llevarse a cabo en la misma Congregación a la que pertenecía, aunque San Ignacio se lo dijo claramente: esta regla se puede aplicar también a esta Congregación (Diario 448). Aquella “nueva congregación” se refería no sólo a una orden religiosa concreta, sino a todo un movimiento en la Iglesia, que surgiría de su carisma y de su experiencia mística.
Los criterios presentados anteriormente permiten afirmar que Sor Faustina había recibido el carisma del fundador, y por lo tanto, un don aún mayor que el carisma que había recibido la Congregación madre al comienzo de su existencia. Entre el carisma fundacional (para reformar la vida de mujeres necesitadas de una renovación moral) y el carisma del fundador que había recibido santa Faustina (proclamar al mundo el misterio de la misericordia de Dios a través del testimonio de vida, la palabra y la oración) no hay nada contradictorio ni exclusión alguna, sino que hay la plena armonía que es propia de los planes de Dios. La obra original de la Congregación se convierte así en un modo de proclamar y hacer presente en el mundo el misterio de la misericordia de Dios mediante las obras de misericordia.
La Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, al descubrir la grandeza del don de Dios depositado en el carisma de Santa Faustina, la reconocieron como su co-fundadora espiritual el 25 de agosto 1995. La Santa Sede, al aprobar el calendario litúrgico de la Congregación de la Madre de Dios de la Misericordia y el breviario de santa Faustina, Virgen, concedió a la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia el derecho de celebrar el 5 de octubre de cada año la festividad de santa Faustina, derecho que se otorga sólo a santos que han sido, al mismo tiempo, fundadores.
3. Significado del carisma de santa Faustina
La persona que ha sido dotada con un carisma del fundador, profundamente unida a Cristo, siempre propone una «moderna» interpretación del mensaje de Cristo, adaptada al tiempo en el que vive dicho fundador. El carisma de santa Faustina es un don enorme de Dios para nuestros tiempos, que ha sido dado a la Iglesia como un remedio para el mal que se extiende en el mundo. La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia (Diario 300). La importancia de su carisma se pone de manifiesto por una nueva escuela de espiritualidad, que dicho carisma aporta a la historia de la Iglesia, y por el Movimiento Apostólico de la Divina Misericordia, que de muy diversas maneras trata de realizar la tarea de hacer presente en el mundo el misterio de la misericordia de Dios.
La influencia de la misión carismática de la Apóstol de la Divina Misericordia en la vida de la Iglesia de nuestros tiempos es visible a simple vista. Hoy en día, de hecho, la imagen más famosa y conocida de Cristo es el cuadro pintado según la visión que Sor Faustina tuvo; también cabe recordar que en el calendario litúrgico de la Iglesia universal se ha incluido la Fiesta de la Misericordia, que se celebra el primer domingo después de Pascua; asimismo, la oración a la Divina Misericordia más conocida en el mundo es la Coronilla a la Divina Misericordia que se reza incluso en muchas lenguas y dialectos africanas; también va ganando popularidad la oración llamada “hora de la Misericordia”, para acompañar a Jesús agonizante en la cruz. Su vida y misión ha inspirado, en muchas universidades y facultades de teología, numerosos estudios y obras, por lo que ha enriquecido la Iglesia con una comprensión más profunda del misterio de la misericordia de Dios. Un indicador del impacto que su misión carismática ha tenido en la Iglesia son la gran cantidad de iglesias que han sido dedicadas a la Divina Misericordia. A principios del siglo XX, en Polonia había sólo una iglesia bajo la advocación de la Divina Misericordia, en Smolensk, cerca de Cracovia. Hoy hay más de 200 parroquias con esta advocación, y 20 de ellas han sido ya elevadas a la categoría de Santuarios diocesanos. Un proceso similar tiene lugar en muchos otros países en todos los continentes, aunque más lentamente que en Polonia.
Juan Pablo II se percató de la actualidad y la importancia del carisma de santa Faustina, como manifestó en diversas ocasiones, invitando a los cristianos de nuestros tiempos a ser testigos y Apóstoles de la Divina Misericordia.
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1 NT: canon 578 del Código de Derecho Canónico: “La naturaleza, fin, espíritu y carácter del instituto, como fueron establecidos por el fundador o fundadora y aprobados por la Iglesia, deben ser salvaguardados por todos, junto con las sanas tradiciones del instituto.”
Hna. M. Elżbieta Siepak ISMM
El texto completo del «carisma de santa Faustina» en: Bobolanum Estudios, 2 (2008), pp. 5-20.
Traducción del polaco: Xavier Bordas Cornet