Inicialmente, la devoción a la Divina Misericordia fue difundida siguiendo el modelo de las demás devociones, entre cuyas formas las más populares eran las letanías, las coronillas y las novenas. Así pues, el beato Miguel Sopoćko, confesor de Sor Faustina en Vilna, popularizó esta devoción siguiendo esas formas. En cambio, quien le dio un fundamento teológico a la devoción, según las formas transmitidas por Sor Faustina, fue el Padre Prof. Ignacy Różycki; esta tarea, la llevo a cabo para satisfacer las exigencias del proceso de beatificación de la Apóstol de la Divina Misericordia, por lo cual realizó el análisis completo de su Diario. El análisis muestra que la esencia de esta devoción es la actitud de confianza hacia Dios, que es la actitud bíblica de la fe, abandono en Dios que en la práctica significa el cumplimiento de su voluntad contenida en los mandamientos, las obligaciones de estado, las bienaventuranzas, los consejos evangélicos, y también en las inspiraciones de Espíritu Santo que cada cual va discerniendo en su vida cotidiana. La segunda condición relevante de esta devoción es la actitud de misericordia hacia el prójimo, que es lo que hace que la devoción a la Divina Misericordia no sea tan sólo una devoción, sino que exige la formación personal según la actitud evangélica del amor activo hacia los demás. Sólo sobre la base de este fundamento que consta de la confianza en Dios y de una actitud de misericordia hacia el prójimo, se pueden desarrollar las nuevas formas de culto que Jesucristo trasmitió a Sor Faustina. Entre ellas se encuentran: la imagen de Jesús Misericordioso, con la inscripción: Jesús en Ti confío, la Fiesta de la Misericordia, que se celebra el primer domingo después de Pascua, la Coronilla de la Divina Misericordia, la Hora de la Misericordia y la propagación de la devoción a la Misericordia mediante su difusión. El criterio que distingue las nuevas formas de culto de las demás oraciones que fueron anotadas en el Diario de Sor Faustina son las promesas que Jesucristo ofreció a todos aquellos que las practiquen; por lo tanto, las promesas no sólo estaban destinadas a Sor Faustina, como en el caso de la jaculatoria “Oh, Sangre y Agua” o la Novena a la Divina Misericordia. La condición necesaria para poder aprovecharse de estas grandes promesas es la práctica de dichas formas de culto conforme a la esencia de esta devoción, es decir, en una actitud de confianza hacia Dios y de misericordia hacia el prójimo.